martes, 21 de junio de 2011

People of the second chance

Quizá uno de los errores más graves de nuestra época es no pedir perdón por miedo a no ser perdonados. Para pedir perdón a otro primero tenemos que perdonarnos a nosotros mismos y saber que somos sujetos de perdón, podemos ser perdonados, aunque no lo merezcamos.
Es casi incomprensible, uno de los secretos del amor. Nadie tiene que perdonarnos, y sin embargo, es lo mejor para quien perdona y para quien es perdonado. El perdonado sentirá finalmente la paz, la paz de la segunda oportunidad, lograda por un acto que debe ser sumamente poderoso, más de lo que podemos imaginar. Me impacta pensar que un "perdón" es capaz de dar paz a un hombre que ha cometido las peores atrocidades... Esto solo nos confirma que no debemos menospreciar su valor, que es mucho mayor de lo que pensamos. Quien es perdonado gana mucho, pero quien perdona también se hace mucho bien a sí mismo, es un ganar-ganar. Dejar de lado el resentimiento y perdonar a quien nos ha hecho daño nos libera y nos ayuda a ser un poco mejores y poco más felices, un poco más libres de los malos recuerdos y del dolor pasado.
Quien perdona olvida, porque no existe el perdonar sin olvidar. No hay tal cosa como "forgive but not forget". Si se perdona de verdad y de corazón se olvida el daño cometido, porque perdonar es decir al otro que creemos que él es mejor que eso tan terrible que hizo y que por ello, olvidaremos lo que hizo y nos concentraremos en lo que él es. Y eso nos hace crecer.